Las visitas guiadas son realizadas por vecinos y jóvenes de Todxs por el Yrigoyen, un colectivo que busca proteger el terreno de 9 hectáreas y su flora y fauna autóctonas. Unos 200 alumnos del La Salle inauguraron las visitas de escuelas, para concientizar sobre la importancia de preservar el lugar natural y de resistir al avance de los negocios inmobiliarios.
El colegio La Salle de Florida y el vial costero de Vicente López están separados por treinta cuadras de distancia. Pero tienen una característica en común: los une la avenida Yrigoyen en una línea recta. Aunque desde hace poco están aún más cerca: unos 200 alumnos de sexto grado de primaria y varios maestros inauguraron las visitas de escuelas a El Yrigoyen, en una de las tantas actividades que empezaron a llevar adelante los y las jóvenes del colectivo Todxs por el Yrigoyen, que vienen protegiendo desde principios de 2015 al último pulmón de naturaleza del distrito. Se trata, por caso, de un terreno de 9 hectáreas a orillas del Río de la Plata, lleno de flora y fauna nativa, pero que se encuentra amenazado por los intereses inmobiliarios.
Por eso, los alumnos del La Salle no sólo recibieron información sobre la flora autóctona y las 154 especies de aves, reptiles y mamíferos –algunas en peligro de extinción— que habitan el lugar, sino que también hablaron y reflexionaron acerca de la importancia de preservar un pulmón verde en el Municipio y resistir ante el avance de los negociados de cemento.
“Primero empezamos a hacer visitas guiadas a la gente. Surgió esta idea porque justamente es una forma de acercarle a los vecinos un área que es pública y que se puede venir a disfrutar”, dijo Alejandro Benatar, integrante de Unidos por el río -organización que también colabora en la protección del lugar- a El Argentino ZN. En una de las recorridas participó una maestra del La Salle y la propuesta fue espontánea: a los pocos días ya preparaban la visita de los alumnos. Tuvieron varias reuniones donde acordaron en como lo iban a llevar a cabo: decidieron hacerlo en tres fechas con setenta chicos en cada visita. Después, se pusieron de acuerdo que con el material y la información que recolectaran, trabajarían en el aula ciertos conceptos: “Dónde está la naturaleza en nuestro barrio; Cómo se transforma el espacio con el tiempo; ¿Que costa queremos?”.
En cada visita dividieron a los alumnos en dos grupos. Mientras unos visitaban el área natural, los otros recorrían el sector parquizado del paseo costero. Después de 45 minutos –
las guías duraron una hora y media— intercambiaban de lugares. “Para crear conciencia sobre la importancia de la preservación tomamos mucho de la disciplina que se llama educación ambiental”, resaltó Benatar. Él es guía dentro de la reserva y comentó que las explicaciones que dieron fueron adaptadas para los chicos de once años.
En el recorrido, mostraron los tres ecosistemas que componen al lugar: el talar, más cercano a la entrada y al asfalto del vial costero; el pastizal, que ocupa la mayor parte de la tierra del predio; y por último la selva ribereña, a los márgenes del arroyo Yrigoyen y del río. “Lo importante es enseñar y describir lo que es el lugar –comentó Benatar y concluyó con una frase de Ricardo Barbetti, experto e investigador en el cuidado del ambiente—. No se puede respetar lo que no se conoce”.
“Fuera del predio y en el área parquizada profundizamos en la parte social y los avances inmobiliarios”, dijo Ignacio, integrante de Todxs…, a El Argentino ZN. Una de las preguntas clave de la visita fue si sabían hasta donde llegaba el río hace treinta o cuarenta años. Y también, si conocían cómo estaba formado el suelo en el estaban parados. De esa manera, aprovecharon para relatar la historia de cómo se avanzó sobre la ribera para formar El Yrigoyen. El Club Obras Públicas fue el encargado de rellenar con sedimentos el terreno. Avanzaron con descargas de materiales hasta que un fallo de 2008 del Juzgado de Primera Instancia en lo Contencioso Administrativo N° 1 de San Isidro condenó a la institución a detenerse. En ese momento el predio se abandonó y la naturaleza se recuperó y pobló el espacio con flora y fauna autóctona.
En el área parquizada, se sentaron en una ronda sobre el denominado playón del vial costero. Ignacio remarcó la importancia de hacer un círculo para tratar de romper un poco con el modelo clásico de enseñanza en el que “uno sabe y el resto escucha” y poder estar más abiertos al debate. De esa manera, los estudiantes intercambiaron opiniones sobre el espacio público y cómo debería cuidarse.
-¿Qué es un vecino?, fue una de las preguntas que se hicieron
-Alguien que vive cerca, respondió un alumno
Los y las jóvenes de Todxs por el Yrigoyen aclararon que en el predio había mucha gente que vivía en capital o en zona sur y sin embargo, ellos los consideraban vecinos. Después de compartir sus opiniones, lo definieron como “un amigo y alguien que puede dar una mano”. Además, hablaron sobre el avance de los negociados edilicios y los problemas que hubo en la costa, como la descarga de escombros ilegales y los cacheos que prohibió la justicia. Ignacio contó el ejemplo de una acción vecinal individual: contó sobre César, un vecino carpintero del barrio de Belgrano que plantaba a la altura de la calle Arenales, hasta que falleció en 2015. Recordó que a cada planta le ponía un balde para que cuando pasaran las bordeadoras no les lastimaran el tronco. Cuando pasaban por el lugar, Ignacio les mostró a los chicos los árboles grandes llenos de hojas que daban sombra y en uno de ellos un cartel en el que se leía: “El bosque de César”.
Una de las tareas que tenían los alumnos era anotar todo lo que pudieran sobre las plantas y los animales. Pero un estudiante escribió en una hoja una definición que se corría de las explicaciones biológicas. El chico fue uno de los pocos que anotó algo cuando un vecino que pasó por el lugar aportó a la visita con un recuerdo: que en San Martín y el río habían hecho una plantación hace más de quince años en conmemoración a los combatientes de la Guerra de las Islas Malvinas. “Cada árbol es un caído de Malvinas”, leyeron después en su cuaderno. No era el nombre de una flor ni una especie de pájaro, pero el colectivo Todxs por el Yrigoyen concordó en que lograron uno de sus objetivos: “Ojalá sea la primera de una larga lista de escuelas que vengan a conocer el lugar”.
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