El Ascenso de Kundalini (por Ma Ananda Moyi)
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Mientras daba un paseo al mediodía, me senté aquí en una postura de yoga; entonces, observé, a partir del centro superior en el cerebro y hacia abajo en la espina dorsal hasta el final inferior, algunos centros vitales que se asemejaban a la forma del loto.
Vi claramente que desde el extremo de abajo, hacia arriba, se encontraban muchos centros, cada vez más sutiles, de los que sólo los seis principales fueron dibujados aquí. No los dibujé deliberadamente; mi mano se movió por sí misma sobre el piso y así es como estas figuras han aparecido.
Debe observarse que, a través de estas áreas vitales de nervios entrelazados, funcionan los impulsos heredados, las propensiones adquiridas, las emociones, los diferentes deseos persistentes, los ciclos de pensamiento y los conceptos de la vida y la muerte…que descienden desde el más elevado centro en el cerebro, en respuesta a los estímulos provenientes de todos los órganos de los sentidos.
Manantiales de vida y fluido vital recorren, veloz o lentamente esos canales y guían los procesos vitales y las corrientes de pensamiento del hombre.
Del mismo modo que la tierra, el agua, el fuego, el aire y el espacio más allá de la atmósfera se interpenetran uno con el otro, así, estos seis centros principales se encuentran en una interdependencia mutua, a la manera de una cadena vital.
Un poco de reflexión los convencerá de que cuando los pensamientos son puros y plenos de bienaventuranza, el juego de la vida se desarrolla en los centros superiores del cuerpo. Así como se ve que las vertientes de agua que se encuentran en el fondo de un pozo o de un estanque proveen constantemente a éste, o así como la savia de la vida vegetal se halla subterránea y profunda entre las raíces, de igual forma, en el extremo inferior del cordón espinal (muladhara) yace dormida la fuente de las fuerzas vitales gigantescas, provenientes en última instancia del Sol, de donde brotan los manantiales de la vida.
El Despertar de Kundalini
Cuando con paciencia y santidad se lucha para purificar los vehículos interiores y exteriores, las vibraciones resultantes de los pensamientos golpean centros cada vez más elevados, liberando las tensiones de los mismos y permitiendo que la fuerza vital contenida en el centro inferior busque salida hacia arriba.
Entonces, todo el letargo, todos los deseos e impulsos primarios y todos los samskaras
( predisposiciones mentales provenientes en su mayor parte de encarnaciones de vidas pasadas) se desvanecen gradualmente; junto con la liberación del bloqueo, nuestro apego por los objetos de los sentidos comienza a relajarse y la vida interior empieza a tomar forma.
El Ascenso
Cuando el empuje ascendente de las fuerzas vitales alcanza el centro ubicado entre las cejas, la corriente interna del fluido vital circula con facilidad y pureza de forma bastante pareja en todo el sistema humano; como resultado de esto, el devoto llega a comprender algo de la naturaleza del ego, del mundo y de la creación.
Si uno continúa en esta etapa por mucho tiempo, todas sus tendencias y sus anhelos prenatales y heredados, gradualmente se tornan más y más débiles; su mente alcanza niveles cada vez más elevados de contemplación y centros vitales cada vez más profundos.
Más allá del entrecejo
Cuando el devoto trasciende el centro situado en el entrecejo, sus poderes mentales se sumergen en lo supramental, su ego se disuelve en el estado de profundo Amor Divino y él encuentra refugio eterno en el Ser. Entonces entra en Samadhi, estado de perpetua bienaventuranza.
Sonidos en el Silencio
A medida que los diferentes centros vitales comienzan a abrirse, diferentes sonidos se perciben interiormente y el devoto llega a oir los sonidos de las caracolas, campanas, flautas, etc todos fundiéndose en el ritmo cósmico de una gran voz de infinito silencio. En ese estadio ningún pensamiento ni objeto del mundo exterior puede distraer su atención.
A medida que avanza, su ser se disuelve en las profundidades sin fondo de esa música que impregna el universo entero y él encuentra reposo eterno”.
Fuente: La Madre Divina
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